viernes, diciembre 15, 2006

121

Los primeros sonidos
que dejan en el aire las campanas
se pierden juguetones
entre las voces que los niños lanzan.
¿Tendrán miedo esas notas
de detener los juegos y las charlas,
los gritos y las risas?

Siguen tocando crueles las campanas
y bajo mueren risas,
y los niños se paran.

El silencio pasea entre las filas
y entra con ellas en las anchas aulas.

Empezaron sus tareas
los niños y maestros.

El Padre José está en clase
con los niños más pequeños.

¡El ha dicho tantas veces
que aquella clase es el cielo ...

Como él en ángeles vuelve
a aquellos niños traviesos ...
como él sabe crear nieve
donde antes había cieno ...
Padre Gaspar, ¿qué sucede?
No es la hora del recreo.
¿Adónde van esos niños
alborotando y corriendo?
Se van ... se van a sus casas.
Les he dicho que no vuelvan
permítame que lo diga
Padre, la verdad entera.

Los maestros ya no pueden
soportar tanta pobreza.
Se les hace inaguantable
la carga de las escuelas.

Y el viento sopla cargado
con presagios de tormenta.

La envidia amontona nubes,
la mentira rayos crea,
a los pies del mismo Papa,
viles calumnias de elevan.
¡Nos acusan de ser lobos
vestidos con piel de ovejas!

Ya no podemos seguir
enseñando en las escuelas.
Se juntan contra nosotros
persecución y pobreza.

¿Acaso ese viento que anuncia tormentas
no puede calmarlo la Reina del Cielo?
Las aves del cielo, ni siembran ni siegan ...
recuerdo de nuevo la voz del Maestro:
"Dejad que los niños se acercan a mi,
no se lo estorbéis, de ellos es mi reino".

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Niños de Roma ¡Qué pocos
para tan gran corazón!
Desde que llegó a la Gloria
rogaría ante el Señor:
Todos los niños del mundo,
Dios mío, te pido yo.
¡Quiero enseñarles a todos
los senderos de tu amor!