92 (10-5-61)
Una tarde mi Señora
cosía ropas de niño.
Era el placer de la aguja
acortar la cola al hilo.
Acabó. Bien hecho estaba,
¡era todo tan sencillo!
Ropas de amor sin orillas
se vistió Dios. Pobre y limpio.
Etiquetas: Cuesta, Literatura, Poesia
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